"Mio, tuya, ¿nuestros?"

"Es curioso cómo hay personas que aún piensan que la función del hombre es el de protegernos, a nosotras, las mujeres. No es la primera vez, aunque si espero que sea la última, que un amigo, compañero, amante esporádico... me rodea con su brazo cuando algún desconocido se me ha acercado. Si a esa situación le añadimos un entorno festivo y lo aderezamos con un par de copitas de más, ya tenemos el 'lío' montado. ¿Posesión o afecto desmedido?" - me pregunta Sara, desde Alicante.

Estimada Sara, el primer error que cometen muchas de esas personas a las que te refieres es que no distinguen entre tipo de conversaciones pero, sobre todo, no entienden en qué consiste la confianza. Están tan atrapados en esa burbuja que consideran "amor", que se olvidan de que la otra parte también debe decidir si permanecen en ella o no.

Estar con alguien debe es un compromiso que se adquiere día tras día y no algo que se entrega a plazo fijo. De algo parecido hablábamos la semana pasada.

El segundo de los errores que afecta especialmente a la juventud, es creer que hablar con un desconocido conducirá irremediablemente a una tentación de la que no se podrá escapar. Y puede que, finalmente, esa situación se dé, lo que no implica que sea aceptada.

El flirteo, claro está, debe venir de ambas partes y, aún siendo así, no siempre es sinónimo de infidelidad. Lo que me lleva a otro tema: toda persona, con pareja o no, tiene derecho a arrepentirse de una decisión tomada. No obstante, el tema que me planteas circula por otras lindes.

El tercer error que se comete esta ligado al segundo. Y es que, en ocasiones, ese interés inicial puede haber acortado las distancias pero no quiere decir que eso se vaya a mantener así el resto de la noche. 

La imagen se repite: alguien habla con otro alguien, parece que el interés es recíproco y, automáticamente, esa persona pasa a ser de "su propiedad", si es que no ha aparecido antes un ex-desconocido anterior, el amigo, el novio, amante, chico esporádico de turno que ya ha marcado el terreno utilizando la táctica de "estrangulamiento" -pasarte el brazo por los hombros-, de "intimidación" -acercándose con unos aires de superioridad- o una peligrosa mezcla de ambos.

El cuarto error es sólo la consecuencia de creer en los dos anteriores y consiste en pensar que nosotras no podemos parar los pies a un hombre. Por no hablar que este tipo de situaciones donde una mujer se ve tan acorralada que sólo puede echar a correr y que nunca deberían suceder.

Pero hablemos sobre "apropiarse las personas". Mi chica/o, mi novia/o, mi amiga/o... Este sustantivo posesivo, del que no soy demasiado entusiasta pero al que es inevitable recurrir, tan inofensivo en su forma como aterrador si se le atribuyen otros asuntos que no sean los puramente gramaticales, en manos de quien no tiene las cosas claras lleva a pensar que se puede "tener a alguien".

Aún recuerdo la vez que compartí mi amabilidad con un par de amigos y cómo comprobé que, aquel que era mi "favorito", aquel que lo sabía y al que se lo había demostrado, requería esa amabilidad y se posicionaba a mi lado, de forma que dejaba clara cuál era su posición y dónde estaba la de 'sus amigos.

Curioso que un par de mis acompañantes no supieran responderme cuando les pregunté por qué se habían acercado de esa manera y en esos tonos. Gracioso ver sus caras cuando le "paré los pies" a uno de los desconocidos, cuando vi que caía en el segundo error. Y triste porque, posiblemente, las responsables de que ellos lo consideren así, se encuentren entre nosotras mismas.

Hemos aceptado demasiado tiempo el papel de princesas para dejar que sean otros los héroes de la historia. Menos mal que se han empezado a revertir los papeles, que hasta las Galletas Príncipe lo han reflejado.

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